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II. La primera prueba para ser escritor

Atravesar lo desconocido no va a ser sencillo. Vas a encontrarte con personas que te van a impulsar, aunque no de la manera que tú esperas. Importa más la actitud que tomes ante la adversidad que la prueba a superar. En mi caso, al poner pie en la Escuela de Escritores de la Sogem, me enseñó que los maestros tomaban en serio su trabajo para formar profesionistas y que ellos estaban dispuestos a tomar las medidas necesarias para lograrlo. Comparto las siguientes lecciones que aprendí en mi primer acercamiento a la independencia.

1. Las restricciones focalizan tus esfuerzos.

La escuela ofrecía ocho materias por semestre y una vez a la semana cada alumno tenía que entregar trabajos de avance y un proyecto final. Volví a la escuela después de dos años de estar en la vida corporativa. Cumplir con dos obligaciones fue todo un reto, aunque no imposible. En cada rato libre, me dedicaba a hacer mis tareas y aprovechaba para tener todo en orden. Ese no fue el problema. Imaginé que, al ser una escuela para escritores, tendría la libertad de escribir y apreciar el arte a mi interpretación. No fue así. Había reglas, además de las gramaticales, que cada forma de escritura tenía: los guiones se escriben en presente y con oraciones simples; los cuentos, con un solo personaje y un conflicto; los poemas, con un pensamiento central y se valora la brevedad, ante todo. Cuando aprendes una nueva habilidad es crucial que entiendas el origen y la función. Va a ser un trayecto arduo si es que no sigues las reglas desde un inicio. Para ser propositivo en tu área de desarrollo se debe adquirir lo básico.

2. Es tu primera prueba, sé diligente.

En las primeras semanas en la escuela de la Sogem, los maestros nos advirtieron que había una tasa de deserción alta. Entramos cincuenta y era probable que solo acabáramos como diez al final de los dos años. No fue el único factor. La carga de trabajo, a pesar de que solo teníamos dos clases de lunes a jueves, abrumaba. En una semana, tenía que leer cuatro cuentos y hacer un análisis de estos, presentar tareas de práctica para dramaturgia, revisar poemas de algunos autores para discusión, entre otras actividades adicionales. El camino para ser escritor es de trabajo y dedicación. Enfocarse en una actividad a la vez, dividirla en pequeños tramos y tomarse el tiempo para descansar hace la diferencia. Lo cierto fue que más de la mitad de los que entraron se había ido después de las primeras dos semanas que empezaron las clases.

3. Aceptar cumplidos es parte de progresar.

No fui bueno en poesía y no porque no comprendiera las lecciones o no cumpliera con las asignaturas: me costó trabajo pensar en las imágenes para escribir una. Hubo un ejercicio de diagnostico al principio del semestre para ver la capacidad de los alumnos. Mi poema no fue bien recibido por estar repleto de lugares comunes y de artificios donde no había esfuerzo de mi parte. El profesor, en lugar de regañarme, me dio a entender que podía detectar que leía poesía, pero no sabía cómo expresarme. Me dio libros de poesía para empezar a encontrar mi voz y darme ánimo de seguir. Con el profesor de historia de la literatura, tuvimos que hacer un ejercicio sobre héroes y lo que representan. Hice un poema a mi padre, pero sin esperanza de recibir retroalimentación positiva. Me di la sorpresa que fue elegido como un buen ejemplo sobre el tema a tratar. En ambas instancias, el apoyo para crecer de los mentores fomenta el entusiasmo de seguir adelante. Aún con errores, su reconocimiento de las capacidades de los novatos impulsa a que cada uno encuentra la manera de entender sus lecciones.

4. Ábrete con tus iguales.

El oficio del escritor es solitario. Cuando entré en la escuela, había compañeros que ya tenían habilidades de las cuáles yo carecía. Lecturas, publicaciones, concursos, certámenes escolares donde exponían qué tan buenos eran para escribir me puso en desventaja. Me desmoralicé cuando me di cuenta de que sólo tenía el ímpetu de escribir y menos que escribir. Sin embargo, a pesar de la disparidad con el resto de mis colegas, no dejé que eso me detuviera. Pregunté los libros que habían leído, compré libros de ejercicios de ortografía para practicar, seguí las recomendaciones de consignas para hacer textos que dejaban al final de cada clase y me detuve a escuchar sus historias personales del porqué escribían. Al día de hoy, envío mis textos a los más cercanos para que me den retroalimentación y ellos hacen lo mismo. Cuando ves que las motivaciones para ser grande de los otros son iguales que las tuyas, las posibilidades de éxito en el largo plazo se incrementan. Escuchar y ser escuchado te permite aceptar tus debilidades y transformarlos en armas a tu favor. Al crear un camino para ti es de dar y recibir.

Fue un primer semestre que me despojó de mi ego para reconocer que un artesano tiene que trabajar en su oficio, compartir y estar preparado a recibir críticas. Resultó complicado al principio por la resistencia natural que tenemos al aprendizaje; más cuando tienes cierta edad y crees que ya sabes todo lo necesario para triunfar. La primera prueba cuando inicias una nueva etapa radica en la aceptación de quién eres, buscar la forma de tomar el aprendizaje y compartir tus hallazgos, grandes o pequeños, con los que están igual que tú. Estas tres acciones te darán la humildad que requieres para enfrentar obstáculos.

Tu carrera es tu negocio: Lecciones de un escritor emprendedor.

I. El inicio del camino

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Referencias.

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