Hace unos meses, iba manejando por la carretera Los Reyes – Texcoco en esa parte de la rutina diaria que cada uno de nosotros tenemos para llegar al trabajo. Frente a mí, una incontable cantidad de vehículos que en su conjunto actuaban como un enorme tren. Uno tras otro, siguiéndose en una persecución interminable. Y así, cuatro horas al día. En el radio, se reproducía un audiolibro que me enseñaba algún buen truco de mercadotecnia digital, liderazgo, desarrollo personal, filosofía, etc.
Ya estando en la oficina, la cosa era muy diferente. Cada mañana, a la hora que llegara, recorría el lugar de muchos de mis compañeros de trabajo. Les preguntaba:
- “¿Tenemos algún pendiente?
- ¿Cómo están?
- ¿Qué están haciendo?”
Ocasionalmente, en forma de broma intentaba interactuar con los grupos que se forman en los momentos de relajo en la oficina. Pero, todo éso cambio hoy en día.
El primer cambio en mi estilo de vida (y el más dramático) fue no viajar tanto.
Normalmente, cada semana consumía alrededor de 43 litros de gasolina, recorría un total de 620 kilómetros y gastaba 20 horas de mi vida dentro de un vehículo. Al principio, era un gasto de tiempo hasta que encontré una manera de llenarlo. Fue cuando me encontré con diversos audiolibros que fueron llenando esos espacios y que me permitieron crecer dramáticamente en pocos días. Imaginate, podía repasar en la misma semana dos o tres veces el mismo título. Solo por si no lo había entendido bien.
En éste momento, tres semanas después de que tuvimos la oportunidad de organizar nuestro trabajo desde casa en la empresa, las estadísticas son dramáticamente diferentes:
- Es probable que no haya recorrido ni 100 kilómetros en tres semanas.
- Definitivamente, no paso más de 1 hora a la semana en el carro.
- Y la gasolina no es ni siquiera un tema que se deba de tomar en cuenta.
Después, empiezo a reconocer a mi familia.
Siempre, he creído que los “ritmos de vida” influyen mucho en las relaciones entre las personas. Por ejemplo, después de manejar por horas (literalmente) y llegar a casa el humor con el que llegas, y el ritmo es muy diferente a aquel con el que te recibe tu familia en casa. Ellas, están probablemente muy contentas por algo bueno que les pasó a lo largo del día. Y tu por más que quieres, no puedes conectarte inmediatamente.
En éstos momentos, puedo ver e influir en el estado de ánimo de todas y cada una de ellas. En ocasiones, para bien y otras veces para mal. Y otras, para bien aunque parezca todo lo contrario. Siempre, he tenido la facilidad de entender el comportamiento de las personas. Pero, como consecuencia de no pasar tiempo con mi familia, estaba falto de información y ahora que la vuelvo a tener, estoy logrando cambios importantes, espero que permanentes y para mejorar.
Adaptarme a nuevas formas de trabajo desde casa.
Esta ocasión, no es la primera vez que trabajo desde casa. En realidad, antes de éste lustro y poco de retomar el trabajo para un corporativo, era un freelancer cuyo estilo de vida, o de trabajo para ser más específico, rondaba alrededor del trabajo en casa. Sin embargo, en aquella época no tenía hijas ni familia como hoy, y si una oficina independiente en casa que podía usar. Ésto, lo comprendo ahora, facilitó entonces muchísimo el poder trabajar desde casa.
Agradezco que hoy las cosas son diferentes. He tenido que hablar con la familia para pedirles que no hagan tanto ruido durante las conferencias que realizo. Éste es el punto más de detalle que debo de cuidar. No por que no se escuchen para nada en nuestras conversaciones. Sino, porque se que el exceso de ruido es un problema de la comunicación efectiva. Entendiendo ésto, me he vuelto mucho más empático con mi equipo y en general, con los proveedores, socios, y contactos diversos con los que converso. Lo explico a continuación.
La empatía crece con este nuevo estilo de vida.
Quizá muchos tenemos problemas con escuchar en una conferencia las voces familiares, llantos de un bebé, una niña o un niño. Pero, cuando entiendes todas las cosas que pueden salir mal sabiendo que una familia esta junta dentro de un espacio pequeño (como son muchas de las casas de las personas en México). Aprendes a entender cada una de las situaciones. Porque sabes que hay un bien común más importante. Y es que la economía de nuestro país debe seguir moviéndose sin arriesgar la salud de nadie más.
Entonces, durante las conferencias es normal escuchar las voces de fondo de niños, niñas o bebés. Uno que otro perrijo (o hija o hijo de alguna otra especie), en fin. Todas y cada una de las innumerables cosas que ‘pueden salir mal’ durante una videoconferencia cuando estás dentro de una casa con toda la familia. Pero vamos, en ocasiones las distracciones en la oficina son mucho peores y bastante menos importantes. Así que, vamos a seguir con ésto y sugerir a nuestras y nuestros interlocutores, que si les parece conveniente, tomen un par de minutos para poner las cosas en orden y seguir las conferencias inmediatamente después.
Salir a hacer compras de despensa se vuelve un reto mortal.
Siempre, para mi ha sido estresante el salir a realizar compras de víveres, artículos regulares o cualquier cosa. Por otra parte, yo he estado relacionado muy estrechamente con los equipos de protección personal (EPP). Nunca pensé que los usaríamos en una situación que en otro momento, sería un evento común y corriente. Por ejemplo, salir a comprar los víveres al mercado local (y no al supermercado porque hay que apoyar a los más vulnerables). Desde el día uno de ésta cuarentena, cuando salimos por la despensa usamos cubrebocas, a pesar de las expresiones de rechazo o desaprobación que emiten las personas que nos ven en la calle.
Y todo, porque debes de ser congruente con tus creencias y motivaciones. Hace algunas semanas, le dedique horas enteras a planear la manera en la que haríamos nuestro trabajo remoto en la compañía. Por el bien de mis compañeros, el de mi empresa, el mio y el de mi familia. Ahora, ya estando trabajando de forma remota, debo cuidar a mi comunidad cuidándome personalmente y a mi grupo familiar cercano. Cubrebocas para todo, inclusive para comprar comida y entregarla a los familiares más vulnerables.
Unas cosas de mi estilo de vida no cambiaron.
Algo que he aprendido, es que los cambios inician con una acción que no cuesta (en términos monetarios) pero si en la forma de tu fuerza de voluntad. Es tan simple como tomar una decisión. Por lo tanto, tu decides (todos tenemos ese poder) que cosas cambian y cuáles no. Alguna vez, escuché a Heather Christie hablar sobre hábitos de inicio de día. Y no solo a ella, sino a varios otros autores de libros, conferencistas y expertos de negocios. Todos coinciden, cuando se referían a algunos hábitos de los que trabajan desde casa.
Ya describí a detalle éstos estilos de trabajo en los “7 hábitos de home office que te ayudarán a cumplir objetivos profesionales”. Pero, fundamentalmente son, lo reitero y lo practico:
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Levantarte a la hora adecuada para prepararte sin prisas.
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Arreglarte y vestirte para ir a la oficina.
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Desayunar en forma (un café y cigarro no cuentan).
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Y dirigirte a la oficina (aunque sea un rincón en tu sala de estar o la mesa del comedor).
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Respirar profundo (como cuando el torpe conductor se te atraviesa de forma irresponsable cuando vas rumbo a tu trabajo manejando).
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Empezar a trabajar.
Tienes que saber que nada va a ser perfecto, como no lo era cuando estabas en la oficina. Pero, éstas interrupciones e intermitencias te harán un mejor profesionista y persona. Las relaciones con tu familia deben de volverse más interesantes y del mismo modo, con tu equipo de trabajo. Tu flexibilidad en el entorno de trabajo sin duda se verá muy beneficiada al desarrollar el músculo de la empatía. Y finalmente, te darás cuenta que toda ésta situación, si bien traerá problemas fuertes en términos económicos, también pasará. Después, tu estilo de vida será otro, tu familia será más fuerte y tu serás una mejor versión de ti mismo.